JULIO ESCOBAR
Actualmente es residente en Wuppertal, Alemania. Es diseñador de iluminación y técnico en artes escénicas. Se formó como Licenciado en Arte con mención en Actuación Teatral en la Universidad Arcis y complementa su formación con diplomados en semiótica en la Universidad de Chile e Iluminación arquitectónica en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus ámbitos de trabajo incluyen intervenciones lumínicas en territorio, el diseño de iluminación para teatro, danza, música, circo y proyectos visuales, además de la producción técnica. Ha realizado intervenciones en Patagonia, el Desierto de Atacama, Valparaíso y Sitios de Memoria en varias ciudades de Chile. Ha participado en proyectos y festivales como Fábrica Europa, Espacios Revelados, Cielos del Infinito y Patagonia en Escena. En docencia, ha trabajado en la Universidad de Chile, UCINF y la Universidad Arcis.
Metodología
Encargado del diseño de espacio e iluminación para Algernón: La angustia del conocimiento del Colectivo Arte Matamala, Escobar desarrolló un proceso basado en observación científica y traducción lumínica de fenómenos microscópicos. La metodología combinó visita a un laboratorio neurocientífico —donde registró cromáticamente las fuentes de luz y materiales— con la creación de maquetas y bocetos que transformaron el espacio escénico en una metáfora del pensamiento. El enfoque buscó otorgar a la luz un rol dramatúrgico y sensorial, integrando la escenografía como un cuerpo vivo, en diálogo permanente con el actor y el texto.
Fase inicial
La investigación comenzó con la lectura del texto de ciencia ficción Flowers for Algernon y la selección de fragmentos que serían la base de la dramaturgia. La visita al laboratorio de neurociencia de la Universidad de Chile marcó el primer hito del proceso: la observación directa de procedimientos de disección y estudio cerebral inspiró la materialidad del montaje. Escobar registró los colores lumínicos mediante un pantón de filtros Rosco, identificando matices específicos —como el Peacock Blue— que se integraron luego al diseño de la obra. Esa experiencia definió la atmósfera: un laboratorio aséptico y poético, donde la inteligencia y la fragilidad humana se entrelazan.
Diseño
El eje visual se estructuró en dos niveles: una plataforma-microscopio y una estructura lumínica posterior denominada Pixelatrón. La plataforma, construida en fierro y acero inoxidable, con un vidrio retroiluminado por focos halógenos filtrados, transformó al intérprete en el “organismo observado”. El Pixelatrón, compuesto por módulos cuadrangulares translúcidos, funcionó como narrador visual: se encendía y modulaba en sincronía con las voces del experimento, evocando la voz de los científicos o los pensamientos del protagonista. El diseño lumínico se basó en nueve focos elipsoidales que trazaban líneas horizontales y verticales sobre el cuerpo del actor, aludiendo a los cortes microscópicos del cerebro y al proceso de disección intelectual.
Realización
Ensayada y montada en la Universidad Mayor, la obra requirió una coordinación técnica precisa entre escenografía e iluminación. Se realizaron pruebas de distancia, profundidad y altura para lograr que las proyecciones flotaran sobre fondo negro, ocultando las fuentes lumínicas y potenciando el efecto de suspensión. La lámpara de quirófano recuperada del Persa Bío-Bío reforzó la sensación clínica del espacio. El montaje se consolidó colectivamente junto al equipo técnico (conformado por Álvaro Castillo y Raúl Donoso) y se finalizó con grabación de consola lumínica la madrugada previa al estreno. La propuesta, presentada luego en giras nacionales e internacionales, destacó por integrar la luz como dispositivo narrativo y emocional, convirtiéndola en un personaje escénico más.



